Iniciamos el año con toda la magia de los nuevos inicios, agradeciendo un nuevo año, y conectando con el poder creativo que hay dentro de cada quien, por eso te presentamos a una mujer con temple, voz y determinación que representa: Gina Campuzano, diputada federal. ¡Conócela!
Soy una mujer feliz, una guerrera, de voz fuerte, honesta y auténtica, que ha luchado por darle un ejemplo de trabajo y esfuerzo a sus hijos. Enfrento cada reto que se me presenta con valor, amo el campo y la naturaleza. Fui vendedora muchos años, y eso me dió las herramientas para hoy dedicarme a la vida pública. Soy una mujer de fe, y siempre lo digo en mis discursos, eso es lo que me hace no perder el piso.
Vengo de una familia grande, de las antiguas, soy la número 10 de 11 hermanos, para mí la familia es el sostén emocional de las personas. Mi papá fue un hombre trabajador, respetuoso, de enseñanza a la antigua, mi mamá tenía un humor muy especial, era muy divertida. Las vacaciones para mí eran ir al rancho, ¡nos encantaba quedarnos a dormir allá! Era toda una aventura, íbamos a ver los chiles o lo que sembrara mi papá, si no había luz, andábamos con velas, y claro, como la comida de rancho no hay dos. Mis padres salían todos los días a caminar y ver los atardeceres, por eso nos gusta tanto caminar, y ahora lo disfruto incluso hasta en tiempo de campaña cuando visito las casas de las personas.
Amo la naturaleza, el campo y en especial: los colibríes. A mi mamá le encantaban los pájaros, y ahora, en cada viaje compro un colibrí, son una forma de sentir una conexión con mi mamá, cuando empecé a ver colibríes en mi casa me emocioné, así que puse bebederos, y he llegado a tener hasta 20 colibríes aquí en casa. Hablar de mis papás, de la conexión con mi mamá, es algo que siempre me llega y toca el corazón.
Tengo dos hijos, son buenos seres humanos gracias a Dios; mi hijo mayor se dedicó al deporte, natación específicamente, él ama lo que hace. Mi hija es mi compañera, es arquitecta y trabajamos juntas. Si he cambiado en mi manera de pensar, ha sido gracias a ellos, pues entendí el sentido de la responsabilidad al convertirme en mamá, y ahora, a mis 58 años, me llevo de maravilla con ellos, estamos en una etapa de respeto, entendimiento y confianza, porque sé que les enseñé todo lo necesario para que lleven una vida con valores y principios.
Yo me considero una mujer que creció con muchos miedos, sí, de una educación machista, pero entendí que tenía que cambiar mi vida, mi forma de pensar, de actuar y así fue como pasé de ser una niña miedosa, a ser una guerrera. Desde que salí de mi casa me metí a trabajar, y me topé con pared cuando vi que el matrimonio no era como lo había creído, tenía pánico, pero debía salir y dije “¿Qué sabes hacer en este momento?” y me puse hacer pasta de nuez, rollos de frutas, y me fui a vender. Aprendí que está bien sentir miedo, pero no está bien quedarse con él, así que agarré mi charola con mis dulces y me fui de oficina en oficina, con miedo pero con buena actitud. Me tocó ser la vendedora que escuchaba la vida de la gente, para mis clientes era liberador el platicar, ahí aprendí la importancia de darle tiempo a la gente.
Lo traigo desde mis abuelos, tengo fotos de ellos en el templete con Gómez Morín, el fundador del partido, mis abuelos fueron candidatos, por eso cuando me preguntan yo contesto que el azul está en mi corazón, pues desde que era pequeña yo veía que mi papá aportaba a dos cosas: a la iglesia, y al partido. Él participó activamente dentro del partido, y fíjate que no es en sí que me gustara, me daba mucho miedo, yo tenía un año diciéndole a Dios “Este ciclo de las ventas ya se acabó, no sé qué tengas para mí”, y poco a poco vi más cosas de la política que me gustaron. Cuando inicié como regidora, sentí terror, pero sé que “para atrás, ni para agarrar impulso” y entré de regidora, me decía a mí misma: “Gina, no puedes pasar sin pena ni gloria, que tu paso sea significativo” y pues Dios no se equivoca, mi profesión es algo que me apasiona, aprendí a vencer el miedo al micrófono, y siempre he sido de tierra -como decimos-, de ir a las casas de la gente, pues el contacto con la gente se me da, me gusta, y así es como realmente conozco lo que las personas necesitan. A mí no me vienen a contar, yo veo y platico con las personas.
Me gusta el tema legislativo por la oportunidad de actuar con personalidades con influencia a nivel nacional, es un reto muy fuerte en mi vida, que asumo con compromiso, responsabilidad, y gratitud, si bien soy decidida y he luchado, ahora digo “Lo que mi padre Dios disponga, Pa’ donde tú indiques”, confío en Dios y me gusta ponerlo en su mano.