Perfiles

Cynthia Mont

EDITORIAL ICONICA | 15 agosto

Desde muy joven, Cynthia Mont comprendió que la política no era un mundo lejano reservado a unos cuantos, sino un espacio para escuchar, servir y transformar. Hoy, a sus 33 años, ha consolidado una trayectoria que combina determinación, empatía y una profunda vocación social. Su historia es la de una mujer que decidió abrirse paso en un mundo aún hostil para las voces femeninas, sin renunciar a su esencia ni a sus raíces.

¿Quién es Cynthia Mont más allá del cargo público?

Soy una mujer de 33 años que ha trabajado de cerca con la gente. Para mí, ayudar es una verdadera satisfacción; escuchar las necesidades de las personas me hizo darme cuenta de que este camino era el que quería seguir.

He aprendido a quitarme muchos filtros y a no tomarme las críticas de forma personal. Me considero una persona que lucha por cumplir sus metas, y creo que voy bien encaminada. En lo personal, disfruto cosas muy sencillas: ir al gimnasio, estar con mis sobrinos, pasar tiempo de calidad con mi familia. Al final del día, las experiencias con los que te importan es lo que realmente cuenta.

Platícanos un poco de tu infancia, ¿Cómo la recuerdas?

Tuve una niñez muy bonita. Siempre he estado muy unida a mis hermanas, Luisa y Carolina. Soy la de en medio y entre nosotros existe una hermandad profunda; nos apoyamos en todo.

Mi mamá ha sido el gran ejemplo en mi vida. Viene de una familia muy humilde; fue la mayor de diez hermanos y se fue a Guadalajara a los 17 años para salir adelante. Me enseñó el valor del esfuerzo, la responsabilidad y el tener siempre una meta clara.

Mis papás, aunque se separaron, lograron mantener una relación de respeto, y eso hizo que nuestra familia siguiera unida. Ahora, con el Alzheimer de mi papá, me he convertido en su principal apoyo. Es conmigo con quien más se comunica, a quien más reconoce. Cuidarlo, prepararle la cena, platicarle lo que hice en el día… todo eso me conecta con lo esencial.

¿Cómo influye tu familia en tu vida actual?

Mi familia es mi base. Mis sobrinos, Greta y Manuel, son mi motivación diaria. Cuando estaba en campaña, me acompañaban a los cruceros y cantaban conmigo, esos momentos me llenaban de energía.

Con mi papá, el cuidado es constante. Su enfermedad requiere paciencia, tiempo y mucho amor. Llegar a casa, verlo, acompañarlo… todo eso me recuerda que la política no lo es todo.

Mi sobrina, que tiene apenas cuatro años, a veces me dice: “Tía, no vayas a trabajar”… y yo quiero que cuando crezca sepa que está bien que una mujer se esfuerce por alcanzar sus metas, que no hay nada malo en luchar por conquistarlas.

¿Cómo fue tu inicio en el ámbito político y el desarrollo de tu trayectoria?

Mi primer acercamiento fue trabajando como recepcionista en un partido político. Escuchaba a la gente contarme sus problemas, sus necesidades, y me sentía impotente al no poder hacer nada por ellos. Eso fue lo que me llevó a estudiar Ciencias Políticas en la FADER.

Un poco antes de graduarme, me invitaron a sumarme a MORENA, que en ese momento era un partido muy pequeño. Comencé como delegada del distrito IV federal y luego fui la primera regidora del partido en Durango capital en 2019. Después fui diputada plurinominal y directora de relaciones públicas. En 2022 me pidieron la reelección por el trabajo que venía haciendo, y  en 2024 Competí en la elección para la renovación del congreso local y aunque los resultados no me favorecieron, el respaldo ciudadano y la gran cantidad de votos obtenidos, me permitieron acceder a un espacio actual legislatura. 

Para mí ha sido un honor pertenecer a la vida pública, considero que la política no es sólo estar en campaña: La gente quiere que regreses, que escuches, que entiendas sus necesidades y eso es lo que trato de hacer siempre.

¿Para ti qué representa el servicio y por qué se vuelve una parte tan importante en tu vida?

El servicio para mí no es una obligación, es una convicción y ha sido una constante arraigada desde la infancia. Lo aprendí viendo el ejemplo de mi madre, quien dejó su casa para trabajar y abrirse camino.

He acompañado a personas en momentos muy dolorosos y siempre he creído que el servicio es lo único que realmente nos llevamos de esta vida. Si puedo apoyar a alguien, lo hago. No me cuestiono si conviene o no políticamente. Para mí, eso es lo que le da sentido a todo lo demás.

La resiliencia es un valor muy presente en tu persona, ¿Cúal ha sido un momento de dificultad en tu vida y cómo te transformó?

Hace 18 años, regresando de una graduación sufrí un accidente en el que falleció Karen, mi prima y una de las personas que más he querido; Era como una hermana. Siempre estábamos juntas, la admiraba y me inspiraba profundamente.

Yo sobreviví, pero quedé con problemas en las cervicales. He tenido dos operaciones de eso y vivo con dolor crónico. No me quejo, ese dolor es un recordatorio de la promesa que hice: Honrar su vida. Pienso mucho en que a Karen le hubiera gustado que hiciera las cosas bien. Siento que es un ángel que siempre está conmigo.

En tu labor política, ¿Qué iniciativas has impulsado desde el congreso?

Una de las más importantes ha sido la ley de inclusión laboral para personas con discapacidad. Pero para mí no basta con hacer leyes: hay que escuchar directamente a quienes las van a vivir.

Por eso organizamos consultas legislativas en varios municipios, no sólo en la capital o en Gómez Palacio. Queremos saber qué necesitan, qué condiciones laborales son dignas para ellas y ellos. Que puedan trabajar con todas las prestaciones, sin importar su condición.

También tengo la comisión de personas con discapacidad y la del adulto mayor. Este último tema me toca de cerca, sobre todo después de perder a mi abuelita este año. Fue una mujer que crió a diez hijos, que vivió en una época donde ser mujer significaba ser sumisa, y sin embargo, salió adelante. Hoy quiero que nuestras personas mayores tengan acceso a medicamentos, despensas, atención digna. Son una gran fuerza y debemos cuidarla.

¿Qué es lo que sigue para Cynthia Mont?

Quiero seguir creciendo profesionalmente, pero también como persona, incluso en lo espiritual. Creo que siempre debemos buscar ese equilibrio, como si estuviéramos en una balanza donde podamos sentirnos en paz. Para mí, la verdadera felicidad está en la plenitud, en sentirte bien contigo misma. No necesariamente siendo la mejor del mundo, ni teniendo el mejor puesto o el mejor sueldo, sino alcanzando una estabilidad emocional, física y mental.

Creo que la plenitud se alcanza cuando, antes de que un proyecto se cumpla, ya te sientes completa como persona. No te puedo decir que quiero ser presidenta de México, porque para mí lo más importante es poder seguir ayudando desde donde me toque. Siempre lo he dicho y lo creo firmemente: uno hace planes, pero los tiempos de Dios son perfectos. Nada sucede antes de que estés lista, incluso si haces todo lo que está en tus manos.

Por eso, en estos dos años que me quedan, quiero seguir legislando, trabajando por la gente y, si se da la oportunidad, buscar otro espacio desde donde pueda seguir sirviendo. Pero no vivo obsesionada con un cargo específico. Prefiero vivir el presente y enfocarme en lo que hoy puedo aportar.

¿Qué te hace sentir orgullosa de ser duranguense?

Durango es mi lugar. Me encanta la tranquilidad, la calidad de vida, la cercanía entre los lugares. Aquí hay paz. No hay ese caos de las grandes ciudades.

Me gusta la comida, la gente, el ritmo de vida. Me enorgullece saber que puedo contribuir, desde mi trabajo, a que esta tierra sea mejor. Quiero que nadie tenga que irse de Durango para encontrar una mejor oportunidad.

Para cerrar esta entrevista, ¿qué consejo compartirías a nuestros lectores?

A lo largo de estos años, me ha funcionado ser auténtica y mantenerme fiel a lo que soy. Siempre he creído que la autenticidad es una fortaleza, especialmente en la vida pública. La gente puede criticar muchas cosas, pero cuando eres transparente, eso te da una ventaja. En este camino, he aprendido a no dejarme llevar por los comentarios ni por las críticas. En la política, tienes que tener la piel gruesa y saber distinguir entre la crítica constructiva y la destructiva. Ambas existen, pero ambas pueden ayudarte a crecer si sabes procesarlas con inteligencia. Hay momentos en los que vale la pena detenerte y preguntarte si cometiste un error, si pudiste haber hecho algo mejor. Y si es así, lo corriges y sigues adelante.

Eso me ha sostenido en casi ocho años de vida pública. Siempre hay luces y sombras: hay quienes te reconocen y quienes te atacan. Pero para resistir, tu salud mental tiene que estar bien cuidada. Tienes que estar centrada, con los pies en la tierra. Porque si no, o te gana la soberbia o te arrastra la frustración. La clave es mantener el equilibrio.

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